jueves, 23 de febrero de 2012

El comportamiento verbal como acciones reguladoras de origen convencional


“¿Y qué es en el fondo un cuadro de categorías? Es un cuadro de grandes preguntas que es razonable plantear… ¿por qué se plantean las preguntas? Para conseguir una información de la que tenemos necesidad. ¿Y por qué tenemos necesidad de tal información? Porque la necesitamos para llevar acabo una acción reguladora” (Thom, 1993, p. 95).
Tal vez la historia sociocultural de los humanos comenzó cuando los humanos se formularon las primeras preguntas. Toda historia del conocimiento se relaciona con preguntas, en el caso de Aristóteles, él se formulo preguntas del tipo ¿quién?, ¿qué?, ¿cuándo?, ¿por qué? Sin embargo, en esta historia, poco a poco se fue perdiendo el objetivo por el cual se formulaba una pregunta – realizar una acción reguladora – (apropiada, pertinente, efectiva, congruente y coherente). Puede ser que el origen de esta ambigüedad, haya ocurrido cuando los griegos se preguntaron respecto del por, ¿el qué de la realidad?, cuya respuesta se orientó hacia la causa material de Aristóteles, y en la ya conocida respuesta que le dieron los griegos; los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Ellos realizaron aquí una acción descriptiva, o como dirá Austin “constatative”.  Y aunque las dos expresiones se tomen como sinónimos, se refieren a usos diferentes; describir es más o menos, la acción de reflejar las propiedades de las cosas, en tanto que constatar se refiere a la acción de verificar las propiedades de las cosas.
Desde entonces, el lenguaje se ha usado para enunciar un estado de cosas, el que puede ser verdadero o falso o sin sentido, según un criterio de acción constatativa, (métodos lógicos o experimentales). En este contexto, ¿qué son las palabras?, sino la acción misma. Para citar nuevamente a Austin, (1995), “el acto de expresar la oración es realizar una acción, o parte de ella, acción que a su vez no sería normalmente descrita como consistente en decir algo” (p. 5).
Es decir, las palabras no son una cosa de naturaleza distinta a la de las cosas mismas, como tal vez lo pensó Pitágoras y sus seguidores, las palabras no son la forma de las cosas o el reflejo de las cosas; ¿qué sentido tendría duplicar la realidad para tener, como se dice ahora, una mal llamada realidad virtual?
Ahora, si el lenguaje, desde lo comportamental se concibe como acciones reguladoras, es casi que obvio que dicha acción trasciende lo biológico y toma su forma en lo convencional. Al hablar de acción reguladora, las palabras “son la acción”; si una persona dice la palabra casa, no se trata de presentar una foto de la casa y la casa, la palabra es, señalar la casa, ver la casa u otra acción según sean las circunstancias. Aquí la pregunta no es por la naturaleza de las cosas, sino ¿qué puedo hacer con las cosas? Y aunque como organismo interactuó con las cosas, la posibilidad de regular estas acciones biológicas solo se hace posible si las especifico mediante medios convencionales.
Cuando se dice que el lenguaje trasciende lo biológico, esto implica que el conocimiento es básicamente una acción reguladora de origen sociocultural y que esta es su fortaleza, en tanto que cada vez que establecemos nuevas formas de influencia, comprendemos y ampliamos nuestra inteligibilidad de la realidad.
Aunque las matemáticas se han considerado como la forma ideal de explicación científica, estas, lo que han hecho es precisar las formas de influencia,  formas que por lo general se desarrollan como “lenguaje convencional”.
En conclusión, la historia del conocimiento es tal vez a la inversa de como no la han contado, no se origina en un organismo, sino solo a partir del desarrollo de los medios convencionales, o lo que constituye la cultura.
Tiberio Pérez Manrique

Referencias

Austin, J. L. (1995). Como hacer cosas con las palabras (versión electrónica). Disponible en http://www.philosophia.cl/biblioteca/austin/C%F3mo%20hacer%20cosas%20con%20palabras.pdf

Thom, R. (1993). Parábolas  y catástrofes. Barcelona: Tusquets.

lunes, 6 de febrero de 2012

Un pequeño recuento a nuestros lectores y lectoras

Desde el día en que se creo este blog, el ánimo ha sido el de generar un lugar donde exista el intercambio de opiniones, ideas y puntos de vista con respecto al Análisis de la Conducta. Aun estamos esperando que todos ustedes, nuestros lectores y lectoras, plasmen aquí mismo sus comentarios a las diferentes entradas, con el fin de generar un espacio de verdadero intercambio de visiones y percepciones acerca de los asuntos aquí tratados. 
Para motivar un poco este saludable ejercicio académico y profesional acá están las estadísticas de los países a los cuales pertenecen (o en que residen) las personas que nos han visitado.


Colombia
481
México
62
Estados Unidos
39
Francia
34
Alemania
29
Ecuador
29
Tailandia
23
Venezuela
21
España
18
Argentina
14

La urgencia de revisar los supuestos metodológicos del análisis de la conducta


La ciencia occidental, dice Morin (1984), se ha desarrollado como ciencia experimental y con base en el experimento. Sin embargo, la mayoría de experimentos que se realizan se siguen proponiendo bajo el supuesto de una realidad previamente pensada, cuya existencia y funcionamiento se verifica a través del experimento. Es por esto que cuando se propone un experimento el orden es, primero formular una hipótesis y después el procedimiento mediante el cual se verifica la hipótesis planteada.
Cuando se aplica a la psicología esta lógica, se parte entonces del supuesto de que existe previamente una “cosa psicológica” para experimentar y manipular, con el propósito de establecer su verdadero funcionamiento. Para constatar esto, solo hay que ver la estructura de los llamados diseños experimentales. Éstos contienen dos elementos básicos: a) el grupo control y b) el grupo experimental; y en el caso del diseño intrasujeto, éste se estructura por fases: fase control y fase experimental. En los dos tipos de diseño se busca el control de factores que se han convertido en un mito – las variables extrañas. Las variables extrañas son hoy, los demonios del investigador y de toda investigación. Cuando en una situación experimental no se tiene el suficiente control de las variables extrañas, la conducta varia, sin que se pueda precisar las responsables de esta variación.
Un análisis de la situación experimental nos deja ver el supuesto con el que se desarrolla el experimento, se da por hecho que la realidad está ahí, esperando revelarse a la manera en que lo hace una fotografía, solo se requiere de la manipulación experimental apropiada.
Vale preguntarse si la variedad de los fenómenos de la naturaleza resultaron de experimentos que la naturaleza realizó, ¿se trató de manipular los cuatro elementos (de los que hablaron los griegos) para obtener cosas como los árboles, las rocas, los animales? O más bien, ¿se trató de relaciones que se estabilizaron dadas ciertas condiciones?
En anteriores ocasiones me he referido al carácter histórico de lo psicológico, no en el sentido de ubicar los hechos en un calendario. Sino a la historia, como el modo en que se relacionan un conjunto de eventos para configurar un todo con sentido, y así configurar un evento psicológico.
Si se define lo psicológico en términos históricos, para ser coherentes, la forma de estudiarlo debe incluir procedimientos que tengan en cuenta la categoría de lo psicológico como una relación de carácter histórico.
Definido así lo psicológico, es casi obvio que hablar de variables extrañas no tiene sentido, como tampoco lo tiene la lógica de grupo control. Un experimento en psicología tendrá como propósito el dar cuenta de las distintas maneras como se puede establecer una historia. Un experimento será algo parecido a lo que Darwin llamó selección artificial, en el sentido de cómo se logra que un tipo de variación predomine sobre otra, dado un tipo de contexto. Un procedimiento en psicología será mas bien el establecimiento de “un camino”, que para el caso estará compuesto de eventos condicionales.
Una metodología que integre en sus procedimientos las relaciones históricas partirá del establecimiento de una red contingencial, o de factores condicionales. Para propósitos ilustrativos, considérese un juego de futbol, éste puede describirse y explicarse a partir de un conjunto de relaciones básicas; se trata de trasladar una pelota de un lugar a otro conforme a un mínimo de reglas. Son las reglas las que instauran un conjunto de funciones tales como las del arquero, las de las defensas las de los delanteros y las del árbitro; funciones que también se pueden describir y explicar con base en otro conjunto de relaciones condicionales y que en últimas son las que definen un conjunto  de actividades, como un juego de futbol. Es posible pensar, que estas relaciones se puedan representar en grafos o redes, a la manera como lo propone René Thom (1993) y que las distintas actividades de los organismos (incluidos los humanos) puedan entenderse como redes condicionales.
Así como se reconoce y se aprende a participar en un juego, es posible establecer y llegar a reconocer al igual que participar en los distintos juegos que configuran la vida de un organismo cualquiera que sea.
 Tiberio Pérez M.
Referencias
Morin, E. (1984). Ciencia con consciencia. Barcelona. Anthropos.
Thom, R. (1993). Parábolas  y catástrofes. Barcelona. Tusquets.